Me cansé de pensar estrategias, de esforzarme para llevarlas a cabo, de torturarme a mí misma. Me cansé de complicarme la vida. De gastar en energías en evitar tu mirada, en alejarme de ti, ignorarte o hacer como que no te oigo.
Porque la verdad es muy diferente, estoy tan pendiente de ti que duele. Lo analizo todo, tu mirada, tus gestos, incluso tus silencios. Odio cuando te quedas callado porque no sé si es por timidez, si te he puesto nervioso o si simplemente has pasado de responderme. Estoy harta de ser insegura contigo.
Yo que me considero una mujer adulta, independiente y decidida me encuentro dudando y preocupándome por un chico. Un supuesto ser simple con el que todo está claro. Me pregunto quién se puede creer algo así.
Dicen que las mujeres somos complicadas y que los hombres son simples. Mentira. Los seres humanos somos complejos, a veces las mujeres nos complicamos porque esa supuesta simplicidad nos confunde. Si es tan sencillo ¿por qué aún no sé si le gusto? ¿Cómo hago para que se dé cuenta de que me interesa pero que no sepa que me gusta de verdad?
Ya no quiero seguir ocultándome ni amargándome porque al final siento que ya no soy yo misma. Me siento como esa adolescente a la que le aterrorizaba que el chico que le gustaba lo supiera. Pero ¿de dónde viene este miedo? ¿Por qué esta posibilidad me ha atemorizado durante tanto miedo? Tal vez sea el miedo al rechazo o a las burlas.
Mentiría si dijera que ya no temo a lo primero porque si me rechazas sé que será un duro golpe. Aunque claro si jamás dejo ver que me gustas jamás podré ver tu reacción ni saber tu opinión. Eso es mucho peor que el rechazo, prefiero saber, prefiero hacer frente a la realidad que quedarme en una realidad alternativa.
Y lo segundo no podría darme más igual. Si te burlas dejarás de gustarme al instante porque sabré que no eres el chico que yo creía que eras. Porque será un idiota más en mi lista de personas que hubiese preferido no conocer.
No quiero ser cercana pero luego distante ni darte celos con otro pobre chico. Tampoco quiero evitar el contacto contigo o tratar de no preguntarte algo. Quiero mostrar interés por ti, quiero prestarte atención y si sonrío como una idiota pues que se note. ¿Acaso es malo que me gustes?
Quiero que me mires y sepas que me gustas, que como te sonrío a ti no le sonrío a nadie más. Y si eso te asusta no me importa. Estaré tranquila al saber que he sido yo misma, que no he tenido miedo de mostrar mis sentimientos.
Me pongo en lo peor, como siempre. Pienso que tal vez me evites, que ya no quieras ser mi amigo y que las bromas entre nosotros terminen. Pero ¿sabes qué? Sigue mereciendo la pena porque no quiero seguir con ésto si ya no puedo ser yo misma. No me quiero contener, ya he llegado a mi límite. Y aún en lo peor sé que es lo mejor que puedo hacer, levantarme cada día sabiendo que hice lo que sentía. Y solamente así podré sentirme orgullosa de mi misma.
Porque podré ser rechazada, podré estar dolida pero seré libre, seré yo misma.
¿Y qué pasa si me pongo en lo mejor? Hasta yo puedo ser optimista de vez en cuando. Porque tal vez al ver que me gustas ya no me veas como una amiga, una conocida o una compañera, tal vez me veas a una chica con la que salir, tal vez te acerques más a mí movido por la curiosidad. O simplemente seas más consciente de mi existencia. Puede que ya no me veas como a una más, puede que por fin sea única en tu vida.
A veces cansarse es bueno. Lo es si provoca un cambio, una mejora, un paso en tu vida.